Más de uno no son dos. Más de uno pueden ser veinte, o cincuenta, o mil.
Y el verde es verde, pero también puede ser azul y amarillo.
La cuestión es que fuimos al cine. Sabíamos que la película era francesa pero
no teníamos idea de lo mala que era. En la puerta antes de entrar, él le pidió fuego a una señora vestida de negro, de ojos celestes, que miraba con ganas de pedir el teléfono para ir a tomar un café algún día de lluvia.
Te está mirando- me dijo
¿Qué querés que haga? ¿Que vaya y le diga, señora, ya sé que me esta mirando y encantada le daría mi teléfono para ir a tomar un café algún día de lluvia y charlemos sobre la película espantosa que estoy por entrar a ver? ¿Qué querés que le diga? ¿Hola señora que me mira, usted acaba de ver la película aburridísima que yo estoy por ver? ¿No quiere que después de que se me caigan los pochoclos en el cine y que mire la película vayamos a su departamento a escuchar música clásica y a tomar un poco de vodka en vez de café? ¿No sabe cuándo se estrena la nueva de jim carrey? ¿Querés que me presente y le diga que me gusta cómo está vestida? ¿Seguro que hace teatro, le pregunto dónde? Y si voy y le digo… Hola señora ¿cuántos años tiene? ¿No quiere charlar un minuto conmigo? Tiene cara de ser una persona interesante, podríamos llevarnos bastante mal, sería divertido.
Te sigue mirando-me dijo.
¿Que querés que haga? ¿La saludo? ¿Le sonrío y le digo que venga, que entre con nosotros? ¿Le pregunto si tiene hijos? ¿Por qué vino sola al cine? ¿Le digo mejor de entrada que ni me hable, que soy mala? ¿Le pongo cara de orto así se da vuelta y se va? ¿Y si le pregunto si David Bowie está en algún proyecto? ¿Qué música escucha? No sé… ¿Le pregunto cómo se llama, qué cine le gusta más?
Más de uno pueden ser millones, o uno y medio.
Llegamos al cine diez minutos antes para que él se pudiera fumar un cigarrillo, para que yo pudiera ver las colas de la película tranquila, para que la señora de ojos celestes me pudiera mirar con atención. Para que en ningún momento me pidiera el teléfono, para que diera vuelta la cara cuando me digné a mirarla. Para todo eso llegamos diez minutos antes. Si tan solo hubiésemos llegado UN SOLO minuto antes, la señora de ojos celestes tal vez me hubiera pedido el teléfono sin vergüenza. Y en este momento estaría en su casa tomando un café, o en su defecto, un poco de vodka con música clásica.
Sos una histérica pendeja-
No soy una histérica, soy un caracol, soy un monstruo, pero estoy feliz-
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