No es

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domingo, 16 de diciembre de 2007


El mudo llegó primero. Subio las escaleras mirando para todos lados hasta sentarse justo al lado del león que habia temido tanto de pequeño. Hacía tiempo que no andaba por esos lugares. Miró hacia su derecha y vio a un muchacho leyendo, concentrado, acostado sobre las escaleras. Sacó un cigarrillo de su mochila y esperó. El sordo llegó 3 minutos después, subió las escaleras como un rey y saludó al mudo. Mariposas, ¿otra vez?- El mudo sonrió y confirmó que iba a ser un gran día. Los dos bajaron las escaleras y empezaron a caminar hasta que llegaron a un arbol. Se sentaron. Se agarraron de las manos. Se dijeron todo. Todo, todo. Hablaron de la ultima vez que se habían visto. Nada mágico, estaba claro. Ahora el tiempo los unía otra vez, quizas la última, como algo de prueba. Quién sabe. Se miraron a los ojos como nunca antes se habían mirado, se vieron, por fin se vieron. Se reconocieron, después de todo seguían siendo los mismos. Al mudo le corrían mariposas por la sangre, al sordo quién sabe.
La gente caminaba. La gente suele ir a esos lugares a caminar. La gente caminaba y pasaba por al lado del sordo y del mudo que se tomaban de las manos, sus cuerpos enroscados en el pasto, los mosquitos, las moscas, las pieles, los ojos, los ciclopes, los juguetes, tantos años. El mudo se acostó en el pasto corriendo la pierna del sordo de su panza, miro al cielo, recordó esa escena de la película de la cual todos inventan el nombre " Eterno resplandor de una mente sin recuerdos". Sonrió y la gente desapareció. No habia nada más alrededor. Ni siquiera el papá con su hija y sus patines, no, ellos desaparecieron tambien. El sordo se acostó cabeza para arriba y miró el mismo arbol que el mudo y también se acordó de la misma película " una mente sin recuerdos eternos resplandece para siempre, esa de jim carrey". Los dos se abarazaron, acostados en un lugar donde la gente pasa, como en todos lados, pero pasa menos. Se sintieron libres y decidieron caminar de la mano un poco más, para variar. Se quedaron un rato contra una reja, otro poco en un arbol con nudos, caminaron y volvieron al mismo lugar o un poco más allá. Ahora todo cerraba perfecto. Esa frase, el tiempo, los cambios, que siempre se vuelve al primer amor y qué se yo qué carajo más. El mudo le dijo "te amo" al sordo y los dos fueron felices para siempre.


te amo como una pelotuda


"Podría morir en este mismo momento, Clem. Estoy simplemente...feliz. Nunca me habia sentido asi antes. Estoy exactamente donde quiero estar"