No es
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viernes, 18 de mayo de 2012
la almacenera homofobica
con Samanta estaba todo bien, era una copada, nos vendía todo más caro pero ese es el precio de comprar en un almacén. Había días que no abría, no se le cantaba el orto abrir y punto, ninguna excusa. Los días de partido de fútbol se hacía el mes vendiendo birra y sandwiches de salame y queso. Con María se llevaba bárbaro, le charlaba mientras cortaba el queso de máquina. Le hablaba de la vida, del clima, de lo caras que estaban las cosas, nada profundo, más bien una charla de taxi. María se iba con su queso feliz y Samanta seguía tomando mate en la puerta. Un día María fue a comprar una gaseosa y le contó a Samanta que estaba mal de guita, que había renunciado al call center y que no sabía que carajo iba a hacer para pagar el alquiler. Samanta le ofreció vender tortillas o empanadas porque sabía que María era cocinera. María sonrió y al otro día le llevo unas tortillitas re ricas y un par de empanadas para ver cómo iban. Las tortillitas y las empanadas volaron. Las dos estaban chochas. María todos los días le alcanzaba la producción y Samanta las vendía.
Samanta quedó embarazada, el instinto maternal no era lo suyo, en pocos meses envejeció, se cortó el pelo bien cortito y hasta le cambió la cara. A algunas mujeres ser madres les queda como el ojete, a la legua se nota que no se bancan a los pibes y que por alguna razón misteriosa pensaron que era porque no tenían uno "suyo". Pero no. Ni los tuyos ni los míos me caen bien, son insoportables, se cagan, se mean, me rompen las pelotas, nunca tengas un hijo, nunca lo hagas.Te cagan la vida. La cuestión es que en el almacén empezó a trabajar el marido de Samanta, un hombre claramente en cuarentena desde hacía meses, porque te miraba desde los pies, hasta el último pelo de la cabeza, sin disimular. De esos tipos que acaban de tan sólo mirarte. El señor era muy simpático y estaba sonriente, hasta que nos vio. Nos vio muy juntas en la parada de bondi. Hacía un frío de cagarse y ella me estaba abrazando. Me abrazaba como se abrazan dos novias, no había chance de que fuera mi vieja, ni mi tía ni mi hermana, ni nada. Claramente era mi novia. A partir de ese día su trato y el de Samanta cambiaron completamente. Samanta le dejó de comprar tortillas a María y cada vez que íbamos al almacén nos miraban con cara de asco. Claro que le dábamos asco. "Tortas" pensaban mientras cortaban el queso. y no decían nada...
La almacenera homofóbica y su marido paja nos re chupan un huevo, ahora le compramos a las pibas de la estación de servicio que son una masa y les re cabe.
chau.
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