No es
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domingo, 27 de junio de 2010
La lluvia tiñò su cara de negro. Las bufandas rosas gritaban junto a las banderas negras, su hermano, el ùnico ser que podìa espiar a traves de las grietas que chorreaban aceite de sus heridas. Las ventanas estaban cerradas hacìa tiempo. El miedo de su madre a lo desconocido. La diferencia que habìa, ya no, entre dos seres, sino, entre dos mujeres. Dos mujeres continuadas, salidas de una estirpe silenciosa. Las mangas subidas hasta la mitad de los brazos. Las canciones de memoria y un abrazo que nunca habìa llegado a su boca. Te quiero, le dijo, mientras intercambiaban billetes de colores. Gracias, yo tambien te quiero, y abriò sus piernas en un solo suspiro. Abriò sus piernas con nervios y brillantinas que explotaron en un abrir y cerrar de cejas. Ya no quiero màs, todo esto que no pasa. Ya no quiero màs esa soledad que llenaba su garganta y su estòmago. Quiero hacer lo que me gusta.
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